Editorial: Conecta
En un momento álgido de libros de tradición japonesa sobre el orden y la importancia del orden físico para tener un orden mental surge esta obra de clara orientación contraria. Tim Harford, autor que nos deslumbró con su libro El Economista Camuflado nos vuelve a cautivar con multitud de argumentos para comprender que el desorden es natural e incluso muy útil en nuestra vida diaria. Luchar contra la tendencia humana de buscar el orden y practicar las rutinas planificadas para obtener unas mejores decisiones chocan con ejemplos de empresas y directivos de éxito. Desde Amazon hasta los discursos de Martin Luther King el caos creativo ha jugado un enorme valor. Muchas veces, se plantea la lógica de actuación que implica el orden cuando lo complejo y caótico de la realidad necesita de la flexibilidad y capacidad de adaptación de una persona al cambiar. Este libro es el reflejo de multitud de casos del mundo de la música, de la empresa, del ejército y de la sanidad donde reflejan la ventaja de trabajar desde el desorden planificado. Hay que tener un orden que puede ser desordenado sin causarnos pereza mental y un desorden que rápidamente puede ser ordenado. Es una gran obra ilusionante para aquellos humanos que estamos condenados a movernos en situaciones complejas, y que simplemente somos todos los que vivimos. Tim Harford no es un economista al uso, no cautivado por la econometría sino que es un observador reflexivo, que se centra en pensar fuera de la caja. Bienvenidas las ideas frescas a debates viejos, no es el problema el orden sino la actitud hacia el orden. Todo orden simplemente es una simplificación de la complejidad del entorno. Hacer sencillo lo complejo es la base de la comprensión del mundo, pero el mundo por ser complejo debe tener muchas dosis de incomprensión.
Resumen de la obra
El libro de Tim Harford empieza atacando el carácter peyorativo del concepto de desorden. ¿Es mejor el orden que nos encasilla o el desorden que nos desarrolla?. Nos introduce en la magia del desorden y analiza las ventajas del desorden si cambiamos el sesgo psicológico de pensar que el orden es bueno y el desorden es malo. Y nos habla de 9 dimensiones desde la tensión entre orden/desorden, a veces se gana más en el desorden o por lo menos si lo sabemos gestionar que en el puro orden. En el continuo orden-desorden el estar siempre en el pulcro orden nos lleva a perdernos las siguientes reflexiones:
- Desorden y creatividad.
Nos habla de multitud de experiencias psicológicas donde las interrupciones aleatorias en un proceso ordenado genera más ideas creativas que las sesiones programadas. Los imprevistos son más efectivos para la creatividad. La distracción es un proceso neurológico muy útil para que emerjan las ideas creativas. Pues el enemigo de la creatividad no es el orden sino el aburrimiento del proceso ordenado. Los mejores científicos son aquellos que cambian frecuentemente de materia. Este concepto de la “atención flexible”, que significa dedicarse un tiempo a lo que te gusta para que seas más productivo está en contra de las agendas planificadas al 100%. El inconsciente sigue trabajando aunque estés trabajando en red en otros proyectos. Y desarrolla dos conceptos que sirven mucho a la creatividad que son las distracciones útiles y las estrategias oblicuas (pensar en otra cosa para que avances en la tuya).
- Desorden y colaboración.
Toda colaboración supone un compromiso, pero siguiendo la teoría del “la fortaleza de los lazos débiles” lo importante no es colaborar con los de siempre sino generar contactos diferentes. La conexión de personas e ideas diferentes entre sí incrementa el valor de la colaboración. La diversidad cognitiva del equipo y la capacidad de incluir nuevos miembros son los mayores criterios de efectividad del trabajo en equipo. No los equipos planificados y unidos sino aquellos que aceptan el desorden de la discrepancia y que aceptan el cambio de los miembros del equipo. Y curiosamente pensamos mejor cuando tememos que nuestra opinión no será aceptada por los demás, la dificultad de convencer al equipo contribuye a crecer la creatividad de tu pensamiento individual. El punto medio de la cohesión y la apertura y el cambio de la cohesión a la apertura o viceversa son claves en un equipo de alto rendimiento.
- Desorden y lugares de trabajo.
No es el mejor lugar de trabajo el entorno planificado estéticamente por un arquitecto-artista, sino el “espacio empoderado” por los usuarios. Es decir, la participación de los empleados en cómo será el espacio que ocupan y sentirse “dueñas” de cómo se ha diseñando su propio espacio. El lugar de trabajo debe aceptar los “toques personales” y el desorden aceptado por las propias personas que lo ocupan. No hay que diseñar parques infantiles para mimar el gusto estético del adulto sino a las preferencias de los propios niños. El desorden de un cuarto de un adolescente le da más confianza que el pulcro orden que impone su madre aterrorizada “por el que dirán”. Hay que buscar oficinas que provoquen encuentros aleatorios entre personas. La eficiencia del trato diverso frente a los inmaculados espacios de enorme estética. Pues las personas suelen trabajar mejor cuando pueden controlar su propio espacio.
- Desorden e improvisación.
Está claro que la improvisación necesita de una dosis de caos para emerger. El proceso de la improvisación neurológicamente es muy gratificante según las resonancia magnética funcional (IRMF). Por tanto improvisar no es malo en su dosis adecuada, y es más, es muy eficaz en muchas ocasiones. Para improvisar hay que practicar, tener disposición a enfrentarse a situaciones caóticas, tener la habilidad para escuchar de verdad y estas dispuestos a asumir riesgos. Solo puede improvisar quien tiene experiencia, actitud y ante todo, que asume crear espacios de error sin importarle su eficacia planificada.
- Desorden y ganar.
Ganar no solo se basa en tus fortalezas sino también en vencer al oponente. Es decir crear problemas al enemigo para que este falle. Las técnicas militares de crear un caos predeterminado para desorientar al enemigo y sacar ventaja en el proceso de la guerra. El crear desorden “ex profeso” para competir en un plano no previsto por el enemigo es una estrategia crítica en la historia militar. Pero es la gran estrategia de Jeff Bezos con Amazon, su éxito es fruto de sus aciertos o del miedo que introduce en sus competidores con la fuerza de su idea de una “tienda de todo, rápida y eficaz”. Las tácticas caóticas para ganar pretenden aprovechar cualquier oportunidad, improvisar para superar los obstáculos y ser rápidos.
- Desorden e incentivos.
La falsa idea que cuanto más comprenda el mundo, mejor puedo controlarlo y explotarlo es inexacta. Más bien, cuando empezamos a cuantificar y medirlo todo, enseguida comenzamos a cambiar el mundo para que encaje en nuestra forma de medirlo. La realidad caótica del mundo no se va a poder calibrar por su medición, pero esta si puede cambiar la percepción de la realidad. El cortoplacismo nos lleva a pensar en objetivos que no cambien en el futuro. El mundo cambia rápidamente, pero las burocracias suelen mantener el mismo ritmo, por tanto medir el rendimiento necesita de un cambio de mediciones. Pero diseñar objetivos más complejos no es la respuesta. Una medida compleja se puede pervertir igualmente, y una sencilla regla general suele ser una gran premisa de lo que está ocurriendo. Lo importante es la capacidad de cambio de los objetivos y de la medición del rendimiento de dichos objetivos más que su nivel de complejidad. La aleatoriedad en los objetivos suponen objetivos diversos y diferentes según el momento estratégico y la necesidad cultural. Y en cuanto a la medición, la ambigüedad constructiva de las pruebas aleatorias aprecian más los resultados que los check-list exhaustivos.
- Desorden y automatización.
Cuanto más automatizamos más descuidamos la capacidad de resolver los problemas que no soluciona dicha automatización. Es el efecto “GPS”, sin él ya no soy capaz de orientarme. Este problema tiene un nombre “la paradoja de la automatización”, cuanto mejor sea el sistema automático, menos práctica tendrán los operarios humanos y más inusuales serán las situaciones a las que se enfrentes. Los sistemas automáticos favorecen la incompetencia porque son fáciles de usar y corrigen automáticamente los errores, también erosionan las habilidades al no exigir las practicas, y por último, los sistemas automáticos sueles fallar en situaciones inusuales, lo que requiere de una reacción particularmente precisa. El mundo es un lugar caótico que a veces colisiona con el orden de los sistemas automáticos. Aceptar sin pensar es el sesgo de automatización que nos dice la psicología, el no plantearnos la duda porque lo decide el sistema.
- Desorden y resilencia.
El orden impide tener la capacidad de aceptar el error, porque nos quedamos en negar el error, en cambio, una visión de desorden acepta rápidamente el error y edificar la actitud frente a la adversidad. Cuando intentas controlar u ordenar un sistema complejo, eliminando o estructurando las partes que parecen insignificantes, es posible que descubramos, que en realidad, son partes muy importantes. Sobrestimamos el poder del orden cuando es en el caos cuando estamos mejor preparados para enfrentarnos a la realidad con resilencia. La resilencia está asociada a la creencia que un orden sustituye a otro, y que lo importante es aceptar que el cambio de entorno me modifica mi forma de actuar y que la forma no depende del orden de la realidad. Ser resilente se aprende en el desorden del mundo caótico que nos acompaña a lo largo de nuestra vida. Donde lo inusual puede ser más importante que lo usual.
- Desorden y vida.
La vida no es un orden preestablecido sino un desorden planificado. El propio Bejamin Franklin decía que todas las cosas tienen su lugar, que todos los asuntos tendrán su momento pero esto chocaba con su desorden de papeles y en su nivel de improvisación. El desorden debe pillarte haciendo y no planificándote el orden. Todos en nuestra adolescencia hemos hecho planes de agenda escolar, horario de estudios y todos hemos concluido que el tiempo y esfuerzo en planificar lo hemos sustituido por el simple hecho de estudiar todos los días. Ser sistemático en el desorden es más importante que la programada dedicación al estudio y la materia. La vida nos demuestra que el desorden controlado es más motivante que el orden incontrolado.
Ideas-Fuerzas
Hay 10 ideas muy importantes en esta batalla entre el desorden y del orden:
- Hay que romper el prejuicio psicológico que el orden es bueno y el desorden es malo. La naturaleza es caótica y no es mala.
- Que la creatividad surge más con interrupciones aleatorias y manteniendo una “atención flexible” al cambiar de proyecto. El desorden es creativo.
- Que la colaboración necesita de la diversidad cognitiva de los que colaboran y el desorden que produce la discrepancia a tus opiniones.
- Que el lugar de trabajo debe tener un desorden tuyo personal para que sea efectivo. Tu desorden ante todo es tuyo.
- Que la improvisación es placentera cuando la persona domina una materia y crea un espacio de seguridad con su desorden en la ejecución.
- Que para ganar vale tanto tu fuerza como la capacidad de crear un desorden en el enemigo. El desorden como táctica caótica.
- Que los objetivos y su medición necesitan de la capacidad de cambiar y de dosis de desorden para dicho cambio.
- Que la automatización nos adormece y erosiona nuestras habilidades. Y cuando falla no estamos habituados al desorden.
- Que la resilencia es mejor cuando aceptamos que el desorden es una constante en nuestra vida.
- Que la vida necesita de la emoción del desorden y que debe huir de la falsa seguridad que nos dará un orden preestablecido.
Utilidades para directivos
Los directivos pueden entresacar las siguientes ideas:
- La importancia de la variedad de tareas y las interrupciones aleatorias en el trabajo diario de los empleados.
- Que mantener la atención continua es peor que interrumpir y luego proseguir.
- Que la diversidad cognitiva de los equipos es muy competitiva.
- Que en el espacio de trabajo deben participar los empleados en su diseño.
- Que tener gente que improvise es competitivo en el entorno actual.
- Que el caos puede ser bueno para despistar a la competencia.
- Que los objetivos diversos y la medición imprevista son muy deseables.
- Que la automatización genera obsolescencia de habilidades y actitudes.
- Que la resilencia necesita de la aceptación del desorden.
- Que la vida diaria de un empresa implica un desorden controlado.
Utilidades para el coach
En los procesos de coaching es interesante este libro para:
- Las personas obsesionadas con el orden y que desprecian el desorden
- Las personas que piensan que la planificación está para cumplirla y no se dan cuenta que lo importante es el resultado y no el proceso.
- La personas que no quieren perder el tiempo, las interrupciones aleatorias pueden ser útiles para la creatividad de las soluciones.
- La personas que no aceptan la diversidad como valor competitivo.
- Las personas que quieren uniformidad en el espacio de trabajo.
- Las personas que piensen que la improvisación no tiene un valor añadido.
- Las personas que no hacen empatía en la competencia con el objetivo de confundirles para ganarles.
- Las personas atadas a los objetivos y a los sistemas de medición.
- Las personas obsesionadas con la automatización y digitalización.
- Las personas que creen que el desorden es malo y no se dan cuenta que no hay nada más caótico que la naturaleza y el propio ser humano.
Conclusión
Es un libro “abreojos” que nos permite desarrollar un punto de vista diferente a lo correcto de ponderar los bienes del orden. El desorden es natural y lógico, cuando la realidad es compleja y la simplificamos para poder entenderla. El poder del desorden es inmenso, pues el problema no es que no exista el desorden, es que el orden es efímero. El entorno es caótico y nosotros de damos un barniz de normalidad con la ilusión del orden. En fin, un gran libro de un economista heterodoxo como es Tim Harford que se basa en el acrónimo OODA del coronel americano John Boyd que menciona en el libro, para tomar buenas decisiones hay que (Observar-Orientar-Decidir-Actuar), es decir, hay que pensar que en el desorden tenemos que actuar rápidamente pero con una reflexión previa que nos guie en el desorden. No hay desorden ni bueno ni malo, sino personas que gestionan su desorden para convertirlo en su orden. No hay orden sino tu propio orden.
Javier Cantera Herrero, Presidente Grupo BLC y Fundación Personas y Empresas
0 comentarios
Trackbacks/Pingbacks