Hace unos años identificábamos rápidamente al workaholic por sus jornadas eternas en la oficina, entrando a primera hora y saliendo a última hora. Hoy en día, este especimen no es el más habitual, sino aquel que no esta outsider nunca y que siempre esta disponible. Aquel que interrumpe continuamente su “ocio” por su “negocio” y que confunde flexibilidad con disponibilidad. Este nuevo tipo de workaholic denominado workaholic digital incide más en el agotamiento mental que en el físico, no se trata de trabajar mucho tiempo, sino estar en un continuo mirar el mail y el whatsapp que se convierte en ser un esclavo del estar enterado. Decía Pilar fraile, en su reciente artículo de El País, que somos víctimas de un extraño síndrome de Estocolmo, nos autoexplicamos continuamente que somos más libres al trabajar cuando queremos y en cambio nuestra actividad profesional es una muestra de nuestra identidad máxima.
Por tanto, justificamos nuestra vida por nuestra profesión cuando esta no deja de ser una parte, muy importante, pero no única ni incluso la principal para ser un feliz ser humano. Vamos a analizar los cinco ideales-tipos weberianos que tenemos que combatir para no caer en la esclavitud de las horas de trabajo por el encadenamiento continuo de contestar on line y justificar nuestro rendimiento por la rapidez en la contestación profesional.
En primer lugar, la dictadura de la disponibilidad, no es una cuestión de tiempo de trabajo sino de la alta posibilidad de intercalar el trabajo con el ocio por la facilidad de interacción tecnológica. Ya no se mide el nivel de workaholic por el tiempo de trabajo sino por la cantidad de interrupciones que nos hace esclavo por priorizar el trabajo a nuestro tiempo personal. Estar disponible genera un estado psicológico de continua alerta originando un estrés por la rapidez y brillantez de tu respuesta de trabajo y muestra fatiga psicológica de no tener tiempos “tasados” de descanso. En los modelos clasicos de trabajo, lo profesional se quedaba en el puesto de trabajo, pero como ahora llevamos nuestro puesto en el móvil estamos encadenados a responder independientemente si estamos donde ejercitamos la profesión y en el tiempo de trabajo. El workaholic esta pegado al smartphone y encadenado al portátil y no tiene sitio donde ubicar el tiempo de trabajo, y por tanto, es más difícil de detectar el bornout porque se sufre en la intimidad personal, hay mucho workaholic digital sin diagnosticar socialmente pero con un enorme estrés logístico y familiar.
En segundo lugar, la democratización de las exigencias laborales. Era normal encontrar este trastorno de workaholic en puestos de alto nivel, la típica fantasía del directivo estresado que se olvida de su vida familiar y personal, y también en profesiones especificas de enorme carga vocacional (medicina, sanitarias, controladores aéreos, etc.); pero hoy en día la tecnología ha posibilitado que todo el mundo podamos concursar en llegar a ser un workaholic. Hasta puestos muy operativos al añadirle un móvil o regalarle un portátil le estan convirtiendo en un potencial workaholic digital. No hay baremos de niveles de puestos ni de profesiones, todos podemos encadenarnos a la disponibilidad por la accesibilidad tecnológica. Muchas veces he pensado en lo maquiavélico que supone el teletrabajo al poner en tu responsabilidad los tiempos de trabajo, y mas aun, la flexibilidad del trabajo, pues se pone unas fronteras muy líquidas entre el trabajo y el ocio y la posibilidad de interrumpir a otros se convierte en la pleitesía del “que te cuesta” que se convierte en la explicación de tu compromiso. Estas más comprometido con una empresa por la cantidad de interrupciones y disponibilidad que estas dispuesto a hacer por ser un buen empleado.
En tercer lugar, la ritualización de la identidad. Somos los que demostramos trabajando, y de ahí la importancia del “ser” en el “trabajar”. El gran peligro ha sido que cuando todo definimos nuestro “personaje” como un ser humano, es el adjetivo profesional el más definitorio. Todo nuestro triunfo social se explicaría por nuestro trabajo. Nuestra identidad se explica por nuestra capacidad de ser un mejor trabajador. El trabajo se convierte en el eje explicativo de tu esencia, sin duda que lo que sabes hacer es muy importante en tu vida, pero el concepto de vida no se encierra solo en el trabajar. El panteísmo de tu identidad se explica por lo que eres en el trabajo generando multitud de situaciones de workaholic, y además ahora con mas facilidad por la usabilidad tecnológica que te ata más sibilinamente. La limitación de la identidad a tu trabajo genera construir tu vida desde el trabajo sin tener en cuenta que el trabajo es parte de la vida, pero no es la vida parte del trabajo. Huir de enfoques totalitarios de la profesión, de los puestos y de tu dedicación facilita tu salud mental. La productividad cada vez más necesita de la creatividad, y la capa de trabajo del conocimiento es cada vez es más espesa en todos los puestos de trabajo, por tanto, necesita más tiempo de reposo entre dos momentos de trabajo. ¿Por qué se es igual o más productivos con más tiempo de trabajo? Sencillamente no, por la retroalimentación del tiempo de atención difusa (ocio) que facilita un mejor tiempo de atención concentrada (trabajo). Vivir el ocio como valor productivo para obtener mejores ideas en el trabajo es la explicación racional de la necesidad de tiempo sin hacer nada. Y finalmente pensar que el “ser” importante no es “ser” en tu trabajo solamente sino también en tu vida (única e impredecible) que genera la capacidad de estar pleno en todas las facetas de tu transcurrir humano.
En cuarto lugar, la glorificación del rendimiento, como bien dice mi filosofo actual favorito, BYUNG-CHUL HAN el sujeto actual está dominado por la libido del rendimiento. Se es más persona y mejor cuanto más rindes en tu trabajo. Confundir rendir con ser lleva al pleno narcisismo de glorificar el “hacer”. Sin duda, tu valor por lo que haces es un gran principio, pero cuando el continuo hacer a todas horas y en todo momento se convierte en tu exclusiva meta vital, podemos caer en la patología de la optimización permanente. Convertir tu objetivo vital en tu rendimiento profesional es empequeñecer tu horizonte como ser humano. El rendimiento esta sobrevalorado en la lógica social. Rendir no es lo más importante sino hacer lo que tienes que hacer y sentir lo que tiene que hacer. Si te interioriza las cadenas del continuo rendir, es muy fácil caer en el burnout. Por eso, el workaholic digital tiene el cansancio mental en un mayor medida que el físico. El desgaste y la fatiga mental de no acotar la disponibilidad continua genera la distorsión que solo soy importante por lo que rindo.
Y en ultimo lugar, el trabajo continuo es una ocultación existencial. Mientras trabajo no me pregunto nociones existenciales ¿Quién soy? ¿Qué hago en el mundo? ¿Dónde esta mi felicidad? Taparnos tras las exigencias del trabajo duro nos evita cuestionarnos nuestra vida. Muchas veces he pensado lo feliz que fue aquel artesano que encadenado en su rutina de trabajo nunca se pregunto por el origen de la vida. Hoy día, lo digital con su eterna superficialidad, con la entronización de lo operativo encierra la oportunidad de hacerse las necesarias preguntas existenciales. Siempre recordaré la felicidad ficticia de las vidas inanes que solo viven en las certezas del trabajo y no cuestionan el valor de su existencia. Y por eso, a veces caen en momentos de epifanía mental y se apresan en las cárceles de la depresión.
En fin, que la digitalización ofrece nuevas formas de ser workaholic y más sutiles. Que el combate para no caer en este estado estar en tener consciencia de la trampa de la disponibilidad, la universalidad de las exigencias laborales, el encorsetamiento de la identidad en el trabajo, la extrema valoración del rendimiento en el trabajo y la evitación de los pensamientos más profundos por la rutinización del trabajo. Tenemos muchas variables para ser workaholic digital y solo lo superan siendo estricto y con tiempos tasados de ocio y disponibilidad tecnológica; sanando nuestra identidad al no restringirla al rendimiento laboral; superando que las exigencias sean nuestra única forma de demostrar nuestro compromiso y huyendo de ser más personas que solo se expresan en el trabajo. Como decía mi abuelo palentino “Al tener y hacer, le precede el ser”.
Javier Cantera Herrero
Presidente de AUREN CONSULTORES
Presidente de la Fundación Personas y Empresas
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