¿Minimalista y/o mileuristas digitales?

por | Abr 10, 2021 | Artículos, Business Angels, Empresarial | 0 Comentarios

A veces desconectarte de internet es reconectar con el mundo real. Con esta afirmación comencé una conferencia sobre teletrabajo y gestión del tiempo hace unos días. Saber desconectar/conectar es el equilibrio personal/profesional que debemos encontrar. No debemos aborrecer la tecnología, pero tampoco crear una adicción tecnológica, enganchado 24/7 y desarrollar sólo vida con tecnología.

El minimalismo digital es una fuerte corriente filosófica actual que se basa en el uso inteligente de actividades elegidas y optimizadas con tecnología y el resto no necesariamente se hacen con tecnología. Esta visión vital se basa en el libro del minimalismo digital de Cal Newport recién publicado, e implica una forma de combatir un continuo ecosistema centrado en la pantallización de nuestro quehacer.

Si trabajo digitalmente, me interrelaciono digitalmente y me divierto digitalmente ¿y si me falta lo digital…? Cómo bien dice Cal Newport el minimalismo tiene 3 principios:

  1. No hay que malgastar el tiempo con demasiadas experiencias vitales sólo digitales.
  2. Que hay que reflexionar sobre los ¿cómo? y ¿los por qué? de utilizar una tecnología digital concreta.
  3. Ser más conscientes de la interacción con las nuevas tecnologías. Y, por tanto, su nivel de satisfacción que viene por su valor añadido que le aporta a la persona y no por el hecho de hacerlo digitalmente.

Es decir, no acumular experiencias digitales, reflexionar antes de usar y elegir en función del nivel de satisfacción que aporta a la vida diaria de las personas. luego, el minimalismo implica pensar para utilizar sensatamente la tecnología. A mi me gusta mucho el término de TEMPLANZA TECNOLÓGICA, para explicar estas incongruencias de utilización tecnológica, por ejemplo, la “poca utilidad” de los asistentes digitales que todos nos lanzamos a comprar hace dos navidades y que luego hemos dejado arrinconados detrás de las fotos familiares. La razón de la tecnología es su utilidad significativa, es decir, no por facilitar la vida es mejor que otra solución no digital, sino que aporta un mayor valor añadido a otros medios, como comprobamos con un grupo de WhatsApp que es mejor que llamar por teléfono para preguntar un dato “anodino”, pero no debe convertirse en el único medio de comunicación, porque entonces perdemos la frescura y el valor social de una comunicación interactiva telefónica.

Esta templanza tecnológica debe empezar por una limpieza digital. ¿Cuántas apps que no utilizamos tienes en tu smartphone? En un estudio realizado con jóvenes y personas mayores sobre el nivel de utilización de las apps descargadas en el móvil, el 67% de los jóvenes menores de 30 años tenían más de un 76% de app que no habían utilizado en los últimos 6 meses. ¿Tener y no usar? ¿Cuándo fue la última vez que hiciste una limpieza digital? Pero para ser un minimalista digital no sólo debemos limpiar nuestras opciones tecnológicas, sino que tenemos que hacer un proceso de dieta tecnológica.

Las dietas digitales pueden ser de dos tipos:

  1. Dietas diarias: para tener una forma de vivir, Slow Tech.
  2. Dieta intensiva: tiempo tasado sin utilizar tecnología.

A veces, las dietas radicales tasadas como el famoso “mes analógico” que muchos psicólogos recomiendan a personas de enorme adicción tecnológica es una gran solución. Te permite plantearte la utilidad de muchas dependencias absurdas, te genera la oportunidad de reiniciar aquellas actividades que te aportan valor añadido y desprenderse de aquellas que sean meras sustituciones sin significación vital. Este mes sabático es una terapia de “choque” para mucha gente, y asociarlo con un “baño de naturaleza” (como modelos de bosques de silencio) es una metodología en alza en entornos americanos. Estas medidas rozan la consideración de terapia para situaciones extremas pero lo interesante está en la gestión diaria de tu ingesta tecnológica.

En las dietas diarias está la verdadera adscripción del minimalismo. ¿Cuáles son las dietas más útiles para tener una vida tecnológica adecuada? Se suelen basar en tres tipos de acciones:

  1. Tiempos tasados en dedicación: especialmente, de atención plena al móvil y a los mensajes. El modelo que yo utilizo, es la revisión del correo tres veces al día (desayuno, comida y cena). Este punto de tiempo tasado te libera de la continua actualización de saber que quieren que quieren otras personas a que tu dediques tu tiempo. Tu eres el dueño de tu tiempo y no la última necesidad del otro. ¿Y qué pasa porque no este enterado al minuto de un acontecimiento? Y el famoso síndrome FOMO, de estar enterado y tener la última primicia solamente genera es una enorme dependencia tecnológica.
  2. Sacrificar lo significativo por lo cómodo: ¿cuántas conversaciones y/o relaciones humanas son sustituidas por una solución tecnológica más cómoda? Pero la comodidad no debe sustituir la interacción humana. Cuando formamos a los líderes para dirigir teletrabajadores, les incidimos en la importancia de hablar todos los días por teléfono con sus colaboradores. Pues, la sustitución cómoda de un WhatsApp, un emoticono y un like no empodera la relación a través de la comunicación directa bidireccional. La dieta pasa por hablar una vez y no meterse en un bucle diario de mensajes que son ladrones de tiempo.
  3. Gestionar el tiempo tecnológico: en esta pandemia hemos podido observar la cantidad de tiempo que trabajamos, a veces, como una reacción psicológica, ante nuestra vulnerabilidad de empleabilidad, que genera un alto nivel de dedicación, y constituye una forma sustitutiva de vivir a la imposibilidad de salir de casa. Pero el no saber gestionar el tiempo es tu falta de tiempo.

Modelos como el método Pomodoro y otros que permiten compaginar el trabajo con momentos de descanso son vitales a la hora de una buena dieta diaria tecnológica.

Luego, las dietas se basan en tiempos tasados, no dejar lo significativo sólo en la tecnología y en saber descansar de tu continuo enganche tecnológico.

El minimalismo es una filosofía centrada en la persona que sabe usar la tecnología, pero sin depender de ella, y por eso, es una adaptación humana evolutiva. No sustituyendo procesos básicos humanos solamente por el hecho que se puede hacer digitalmente.

Esta reflexión de minimalismo no debe contemplar otra preocupación reciente que es la precarización de los modelos laborales que nos lleva a la tecnología. El proceso de facilitación del mercado de trabajo a través de la tecnología nos lleva a un trabajo a demanda como valores añadidos limitados. La tecnología da mucho trabajo, pero poco empleo. Empleo entendido en el concepto laboral clásico de contratos fijos de trabajo. La facilitación de casar la oferta y la demanda a través de plataformas (como los riders); la posibilidad de abaratar los trabajos, a través de plataformas de “subastas” de trabajos; la creación de bolsas de freelance para estar a disposición de las empresas, me hace pensar en la precarización de los temporeros que se reunían en la plaza del pueblo a la espera de la llegada de la furgoneta del capataz para elegir trabajadores ese día. Ya tenemos mileuristas digitales sin adscripción de contrato, ni legal ni psicológico.

El mileurismo digital como el minimalismo digital son dos tendencias de posibilitadoras por una tecnología.   Si el minimalismo es una reacción lógica de saber utilizar una tecnología, en el otro fenómeno del mileurismo es una trampa empresarial. El tener la posibilidad de subcontratar un trabajo operativo conlleva la falta de compromiso empresarial. Trabajar en una empresa aporta un ecosistema de significado vital que no tiene un nuevo trabajador ocasional. Y pensemos, que convertir a cada persona en una empresa o empresario que contacta esporádicamente con una empresa pierde un elemento básico llamado la razón social (y no es el concepto fiscal) de una empresa. Una empresa es ante todo una institución social que permite organizar la gestión del trabajo desde una perspectiva humana. ¿Qué hay más inhumano que el trabajar sólo por dinero? Esto no significa que no existan empresas inhumanas ¿haberlas, las hay?, pero que la lógica de personas trabajando tras un propósito empresarial es una gran arquitectura social.

La utilización de personas temporales para trabajos operativos y/o técnicos de una empresa son trabajadores eminentemente robotizables. El dron que sustituirá al rider o la inteligencia artificial que sustituirá al traductor es cuestión de tiempo, pero nadie podrá sustituir a querer que una empresa te traiga un paquete por su experiencia cliente o que la traducción te la haga un “autor” de enorme prestigio por su manera de expresar. Las empresas cada vez más se convierten en hacedores de experiencias exclusivas y en marcas de expectativas de excelencia. Y para generar experiencias y ser excelentes se necesitan equipos de personas motivadas y fidelizadas.

El futuro de las empresas está en sus intangibles porque lo tangible será sustituido por la inteligencia artificial. Por eso, el reconocimiento del mileurismo del smartphone como se llama a estos trabajos de escaso valor añadido son muestras “capitalismo de vigilancia” como lo llama la psicóloga social SOSHANA ZUBOFF y debe ser combatido con creación de empresas digitales humanas.

El concepto de empresa digital humana (EDH) lo utilicé por primera vez, hace unos meses en una conferencia entre psicólogos del trabajo. En dicho evento, la mayoría de las preguntas iban a enfrentar lo humano con lo digital, y en un momento rompí esa lógica estableciendo que no hay nada más humano que la tecnología, ya que la tecnología es una obra humana. Que tiene la capacidad de adicción tan humana y que posibilita la comodidad a la imagen y semejanza de nuestro cerebro (como dice el gran divulgador español Francisco Mora, el cerebro es un órgano economizador de esfuerzos a través de sus automatismos). La tecnología es adictiva y facilita la vida, por tanto, es una obra humana que no podemos enfrentarla a una visión idílica de vidas bucólicas pretéritas. El síndrome THOREAU (vuelta a la naturaleza) es una reacción compensatoria pero ilógica, yo quiero disfrutar de mis bosques, pero teniendo la opción de tener un móvil que me permita reconocer que tipo de árbol tengo enfrente. De estas reflexiones surgió la idea que el futuro está en juntar el afán digital con el bienestar humano. Pero el bienestar, no la comodidad que nos puede aportar la tecnología. La EDH son empresas que utilizan la tecnología para buscar el bienestar psicológico de las personas y no sólo mercantilizar los datos personales, para transformar dicha información personal en una mercancía sujeta a la compraventa, como bien indica es sus libros SOSHANA ZUBOFF.

En fin, la tecnología es humana y el ser humano, en este momento, no se puede entender sin tecnología. Ni la tecnología es tan importante ni se es más humano por no querer estar tecnologizado. Hay que saber ser humano en su expresión tecnológica. Y el minimalismo es una gran filosofía de utilización tecnológica para sobrevivir al bucle adictivo que nos lleva el uso no consciente de la tecnología. Y debemos evitar caer en la trampa del mileurismo del falso autónomo, que por una mal vendida libertad (tu y tu moto en el caso del rider) dejamos de estar en el grupo humano llamado empresa. Hay que combatir el mileurismo digital con la creación de empresas digitales humanas. Y para acabar una frase del tío Alberto, que junto a Leonardo Da Vinci, supone el mayor polímata que unió el humanismo con la ciencia. Decía Albert Einstein “¿Por qué esta magnifica tecnología científica, que ahorra trabajo y nos hace la vida más fácil, nos aporta tan poca felicidad?, la respuesta es esta, simplemente: porque aún no hemos aprendido a usarla con tino”. Usar con tino la tecnología es la base del minimalismo digital y es el motivo de desear una empresa digital de enorme trasfondo muy humano. Luchar contra el mileurismo digital implica hacer más humana a la empresa. Ser humano digitalizado es el inicio de tu bienestar futuro.

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