Me encanta el termino de “sabia ingenuidad” que leí hace poco en el último libro de FERNANDO SAVATER. Muchas veces he visto que una mirada ingenua es más poderosa que una conceptualización de un experto. Y más todavía, cuando el entorno implica un cambio radical del modelo socioeconómico previo y no vale la predictiva estadística.
No estamos en entorno previsible por el tsunami “coronavirus” y por tanto, cada vez más me cuestiono las percepciones de expertos y analizo las sensaciones desde la ingenuidad. Y que más ingenuo que la mirada de un niño de ocho años, que indica en estas tres observaciones de extrañeza:
✓ Papá, es que no hay nadie en la calle, es que hemos abandonado las calles.
✓ Papá, ahora trabajas más que antes, no dejas de estar conectado.
✓ Y papá, os veo tristes y no sé por qué.
Y estas tres preocupaciones infantiles me ha hecho reflexionar de como esta crisis nos va a hacer cambiar nuestro concepto de ciudad, de trabajo y de emociones. Y para contrastar estas tres ideas he recogido tres palabras o experiencias que están reflejado esta situación.
Si hemos abandonados las calles, me viene la expresión de KENOPSIA que leí hace tiempo, en el Diccionario de las emociones sin nombre de JOHN KOENING, y que expresa esa atmosfera inquietante que deja un lugar habitualmente lleno de gente pero que ahora se encuentra abandonado. Esta emoción que yo la he sentido históricamente expresa a las mil maravillas lo que vemos en nuestra ciudad (recordar la película “ABRE LOS OJOS” de Alejandro Amenabar).
Ciudades sin gentes, ni coches y con pocos servicios públicos. Moviéndote sólo por tu barrio o manzanas e incluso enfrente de tu portal, cambia el concepto de ciudad que tenemos. Después del “coronavirus” volveremos a ocupar espacio público, pero desde tu espacio del hogar. Cuando analizábamos el término danés de HYGGE sobre la felicidad en tus cosas simples entorno a un hogar cálido, decíamos que ese concepto estaba mediatizado por la climatología, pero también debemos pensar que esta crisis nos ha metido de sopetón en el valor del hogar como espacio de felicidad. Hemos tenido que reformular espacio de gestión en entornos de ocio y mezclar conexiones profesionales en ámbitos de intercambio familiar.
La KENOPSIA va a generar no sólo una configuración espacial de ciudad sino cambiar conceptos como felicidad, amistad (mi hijo juega a los cromos por IPad), de escuela, etc., es decir, no es baladi psicológicamente un confinamiento social, sino que tienen enormes repercusiones de tipo social y psicológica. El ser humano tendrá que adaptarse y crear nuevas formas de percibir, pensar y caminar socialmente.
En relación a la situación de teletrabajo inducida, se trabaja más, me encanta una reflexión que expresa E. LANGER en su libro de MINDFULNESS sobre el trabajo y atento y el trabajo automático. Hay dos conceptos sobre nuestra mente, el MINDFULNESS en relación a la atención plena en un trabajo y el MINDLESSNESS en relación con la atención automática y superficial. Pues, la ingenuidad de mi hijo me hizo pensar en que en el entorno de teletrabajo estamos más en mindlessness que mindfulness. Nos hemos visto empujados al teletrabajo sin pensar en la importancia de las liturgias de trabajos. Saber empezar la “jornada”, saber descansar y tomas descanso en el trabajo, saber limitar el trabajo son básicos. En cambio, estar todo el día pendiente del smartphone como fuente de novedad, nos evita estar todo el día a nuestro trabajo, por debemos hacernos significativos por lo que aportamos y no por lo que diligentemente contestamos muchas veces, imagino a mi teléfono como aquel jefe de los años 80 del que estaba pendiente para satisfacer todas sus necesidades. ¿Quién manda tú o tu
WhatsApp? Aquí está la raíz del problema porque todos tenemos la sensación de que trabajamos más. Yo diría, trabajamos más improductivamente porque no prestamos atención plena al trabajo y atención plena al no trabajo, y estamos continuamente en una atmosfera de disponibilidad productiva y pasamos de limitarnos los tiempos de disponibilidad.
Tenemos una sensación de culpabilidad por estar en casa y no “ir” a trabajar. Debemos configurar una nueva concepción de saber trabajar. Huyendo de crear un trabajo mindlessness, es decir, estar distraído en casa, que todo lo vivimos con prisas, el querer hacer varias cosas a la vez (yo me he visto jugando a la pelota en el pasillo y estar hablando por el móvil con mi jefe) y por tanto tenemos una sobrecarga de trabajo reactivo (tengo que responder al móvil). Debemos abogar por un trabajo mindfulness en el teletrabajo, estar centrado en tiempo y objetivos, que el hacer se establezca en un tiempo de eficacia y calidad y generar trabajo proactivo y no reactivo, es decir, crear futuro y no gestionar en el presente.
Y por último, la ingenuidad de porqué estamos tan tristes. Por mucho que queramos disimular, la mirada ingenua aprecia nuestra tristeza. La mayoría dejamos de ver las noticias, de hablar de ello directamente y creamos “fantasmas” de tristeza. Desde la psicología sabemos que tenemos que introducir el “problema” dentro de nuestras percepciones, cogniciones y expresiones, es decir, tenemos que procesar equilibradamente la información (en cantidad y calidad), debemos pensar en el proceso que está ocurriendo y por último, hablar de nuestra tristeza para compartir nuestros pesares. Como siempre es fácil decirlo y difícil hacerlo, pero la tristeza no se puede convertir en un fantasma que nos rodea y no queramos hablar de ello. Me recuerda una expresión clásica y mitológica que siempre me gusto, me refiero a la Túnica de Neso. Dice la mitología que DEYANIRA que era la tercera esposa de HERACLES (Hércules), intentaba pasar un rio cuando un centauro llamado NESO intento violarla y Hércules mató a NESO, pero este le dijo agonizando a DEYANIRA que su sangre le aseguraría que HERACLES la amase siempre. Y esta guardó su sangre y la untó en la túnica de HERACLES. Y al ponérsela le empezó a quemar la piel al héroe. Como expresa SOFOCLES se quedó la túnica de NESO como la metáfora de dolor. No de un dolor físico, sino de un dolor interno, moral que nos invade, aunque no tengamos el virus. Como sabes SHAKESPEARE utilizó la expresión de TÚNICA DE NESO para expresar el dolor moral. El coronavirus nos da más dolor moral que físico a la mayoría, porque no solo genera muerte y pone encima de la mesa nuestra vulnerabilidad física, sino también porque cambian nuestras formas sociales de expresar el dolor. Enterrar sin velar, morir sin manos familiares, etc., son dolores morales. Como decía FREUD “Hay que hacer el duelo para civilizar la pérdida”.
La ingenuidad de un niño me hizo pensar más que el último informe en WhatsApp de una gran firma de consultoría, donde se trata de proyectar el futuro desde planteamientos caducos. Tener que cambiar las preguntas, no buscar nuevas respuestas. Debemos ser ingenuos frente a una nueva realidad. Para adaptarnos tenemos nuestra capacidad de aprendizaje y no sólo tenemos que depender de los aprendizajes anteriores.
En fin, que vamos a cambiar nuestros conceptos de felicidad, de trabajo y de tristeza tras esta “coronacrisis” de indudable intensidad e imprevisibilidad.
Creo que tenemos que habituarnos a estar menos en las calles (KENOPSIA), a trabajar sabiéndonos concentrar y no dispersarnos (MINDLESSNESS) y a caminar con un dolor moral diferente a los que teníamos antes (la túnica de NESO). No debemos olvidar que somos mortales, finitos, vulnerables, pero a la vez inmensos e inconmensurables. Confío en el ser humano para adaptarse a nueva realidad y simplemente, me atrevo a pedir a nuestros “niños” internos que nos hagamos más preguntas
ingenuas. Más ingenuidad para crear el futuro. Por cierto, porqué tenemos que vernos todos los días por videollamada y antes no ¿Porqué?
Kenopsia, Mindlessness y la túnica de Neso
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