El síndrome Trithemius: el arte de aceptar a cambiar

por | Feb 21, 2014 | Profesional, Psicología del trabajo | 0 Comentarios

“O cambias o te cambian” e incluso el aserto de que “siempre habrá una buena razón para no cambiar” son expresiones que hablan del nivel de dificultad para aceptar el cambio. Una gran tragedia humana está no en la envergadura del cambio sino en la potenciación de la resistencia al cambio a través del pensamiento racional. El síndrome Trithemius se refiere a esta resistencia lógica a aceptar el cambio guardándote en la razón con multitud de argumentos perfectos para no salir de tu zona de confort. Johannes Trithemius fue un monje alemán de finales del SXV, cuyo afán para razonar los males del cambio de la copia escrita a la publicación impresa dio lugar a una multitud de sinrazones. Llego a afirmar (y me recuerda mucho a los actuales directivos de algunas empresas) que el cambio a la copia impresa hacía peligrar la profundidad de los pensamientos y la ética de los contenidos por su facilidad de reproducción. Actualmente internet y la dimensión social digital son la otrora imprenta y nuestros papeles de gestión son los códices medievales pretéritos.

Las actitudes de aceptación del cambio son un mecanismo darwinista de evolución, nadie niega el valor de lo anterior, pero que suerte tenemos de tener más formas de expresar y sentir la realidad. Qué buenas son las reuniones informales al albur de un café pero que suerte tenemos de compartirlo con nuestro Linkedin para transmitir a mis amigos un pensamiento o con nuestro twitter para expresar una emoción a mi equipo. La superposición de los medios facilita la comunicación humana siempre y cuando aceptemos dicho cambio y costumicemos su utilización, ya lo decía Leonardo Da Vinci que prefería ser un polímata (diversidad de intereses y medios) que un vulgar especialista  focalizado en una problemática. Actualmente, la disponibilidad del conocimiento a tiro de click nos posibilita mayor riqueza de saber y capacidad para mezclar saberes y conocimientos. Pero esto implica cambiar el concepto de sabiduría.

Estamos pasando de un concepto de sabio acumulador de conocimientos a otro de disfrutador de experiencias diversas. Tendremos que evolucionar a tener un nuevo ecosistema adaptándonos con nuestra acción y acomodándonos con nuestro pensamiento. Este entorno digital preestablece un nuevo concepto del trabajo. No está solo el trabajo en producir contenidos personales sino en crear visiones compartidas de  conocimientos, en relativizar tu saber en la importancia de saber quién sabe para aprender de él. La red nos posibilita la disponibilidad de un conocimiento más social de la realidad y, por tanto, la destilación de tu saber con el sentir de tu grupo ¿Qué gran oportunidad hubiese tenido la curiosidad de Leonardo Da Vinci con esta nueva imprenta llamada internet?

Para analizar cómo influye este nuevo ecosistema en nuestro mundo del trabajo, no vamos a buscar razones sesudas sino simplemente acercamientos pragmáticos a la realidad. Una visión teórica de la realidad necesita de sesudos porqués pero en cambio el enfoque pragmático necesita de exquisitos cómos. Es muy probable que la aceptación al cambio provenga de los prácticos que ven las posibilidades de mejoras más que las que se plantea la discusión técnica sobre la profundidad del cambio.

Sin caer en visiones maniqueas de lo bueno, de lo actual y de lo malo de lo anterior, debemos acercarnos a lo que nos decía un sabio español, Juan Luis Vives cuando nos decía: “tan perjudicial es desdeñar las reglas como ceñirse en exceso a ellas” y también lo que expresaba de manera más práctica Camilo José Cela: “Pensar en viejo me abruma y, sin embargo, pensar en joven, en sano y arrogante joven, me parece tan insípido”. La insipidez de lo nuevo no debe hacernos abandonar la estética de la lógica tradicional. Todos creemos en lo bonito  de la lectura de un libro de poesía en tus manos al lado del fuego mientras nieva fuera, pero no debemos negar la utilidad de disponer de información de todos los periódicos a través del Ipad. Esta doble actitud de combinar los usos pasados y los ilusos futuros es la clave de la aceptación del cambio.

Este renacimiento digital implica un cambio radical en el concepto de trabajo, que nosotros modestamente hemos llamado Empleado 3.0. Que supone los siguientes  cambios y también los siguientes peligros:

A. Cambio en el concepto de espacio de trabajo y el peligro de la soledad del teletrabajador. Por una parte, la productividad personal al utilizar los medios de Internet bombardea al concepto clásico de despacho. El espacio individual de trabajo y el símbolo de estatus que era el despacho tiende a desaparecer. Espacios compartidos de coworking es una buena forma de trabajo actual, porque tu privacidad es tu ordenador, tu ipad y tu Smartphone. El concepto oficina debe cambiar para adaptarnos a una realidad más diversa en el trabajo. La estancia en un lugar común a través de un horario se transforma en el concepto de reunión cuando es necesario compartir conocimientos. El horario es una antigualla al igual que los despachos, pero debemos evitar el peligro de la soledad del teletrabajador. El teletrabajo es tan insuficiente como el presencialismo. Del exceso injustificado de una presencia invocada por la presencia del jefe al otro exceso de la persona aislada en su centro de trabajo doméstico ajeno al olor del equipo que comparte. Una apuesta por un verdadero trabajo flexible (presencia a veces y en otras teletrabajo) es una verdadera superación de lo antiguo y lo nuevo. A más flexibilidad más espacios comunes para reunirse. Más trabajo compartido en casa y en la oficina, pero sabemos cómo decía Víctor Hugo que: “El trabajo endulza siempre la vida, pero los dulces no le gustan a todo el mundo”.

B. Cambio en el concepto tiempo de trabajo y el peligro de saber separar el ocio del negocio. El horario es un acuerdo tácito de trabajo entre los trabajadores y los empresarios. Pero, hete aquí, que en la mayoría de los trabajos el tiempo no es sinónimo de productividad. Qué la variable tiempo es básica en trabajos manuales y de servicios, que cada vez más son sustituidos por robots o por asistentes virtuales. Además el horario no asegura que un trabajador del conocimiento que utiliza su saber no tenga absentismo psíquico. No se es mejor trabajador si su productividad se cifra en su dedicación y no en sus esfuerzos que se transfieren a los resultados. La dureza de ser por lo que conseguí debe suavizarse por la dulzura del hacer. Los esfuerzos hacia la productividad no es cuestión de tiempo pero si de compartir con los jefes y grupos tiempo para aprender. Es más importante el concepto de “tiempo al unísono compartido”, concepto más lógico que trabajadores zombis supercumplidores de horarios. Ahora bien con perspectiva, como decía el Barón de Coubertin: “Cada dificultad es una ocasión para realizar nuevos progresos”. Debemos considera sus peligros actuales. La no separación del tiempo de trabajo con el tiempo de no trabajo se diluye al romper el molde del horario. En aras a una productividad devoradora de placeres de no trabajo, la no disposición de un horario supone una disciplina de hierro a la hora de tus tiempos de dedicación. La tecnología es una cárcel de oro que no impide quitarte tu libertad, pero como el martillo sirve para arreglar un aparato o para matar a una persona. No culpemos a la tecnología cuando el problema está en tu madurez como trabajador con empowerment.

C. Cambio en la forma de trabajar y el peligro del exceso de compartir. Este nuevo ecosistema digital nos facilita el intercambio de opiniones pero a su vez nos puede paralizar de tanto compartir. Es una gran revolución el conocimiento síncrono de elaboración de tu trabajo, el enriquecimiento por compartir puntos de vista y, al fin y al cabo, la creación social de un conocimiento más que el despliegue de yoes en las aportaciones al trabajo. Pero esta posibilidad de formas de trabajar no debe obnubilar la toma de decisiones efectivas. Los modelos de la red tienen sus roles y obligaciones dentro del entorno de trabajo. No vale enmascararme en el lado oscuro del Todos para demorar decisiones individuales oportunas. Más allá de formas de trabajar debemos adoptar los roles que deben ponerse en juego para la eficacia. La productividad del equipo no implica el reparto de roles cualificados según cada aportación individual, porque ya lo decía Confucio: “Una voz fuerte no puede competir con una voz clara”.

D. Cambio en la forma de dirigir y el peligro del jefe supercoach. Estamos de acuerdo que con colaboradores en red y con presencia no establecida por un horario es diferente la forma de dirigirles. Dirección por la productividad no debe olvidarse de la importancia de las reuniones en equipo para resolver y compartir. Compartir necesita de ojos, oídos, olfato e incluso gusto y tacto común. El jefe necesita tiempo y espacio para crear equipos y redes de internet para crear eficacia en el equipo. Saber dirigir en el entorno digital implica un liderazgo basado en la autenticidad (el jefe no sabe de todo), basado en compartir (el jefe comparte la información) y basado en la confianza (mi jefe no sabe lo que yo estoy haciendo). El entorno digital es una gran oportunidad para hacer cambiar la forma de liderar personas de una forma distinta. Más allá de horarios y despachos y nada menos que saber que el directivo es dueño de su tiempo de trabajo pero no del de sus colaboradores. Pero en todo hayamos peligros, el jefe supercoach, todo enfocado a que cada persona haga lo que él pueda hacer. Centrándose en escuchar, orientar y cambiar al colaborador puede olvidar que el objetivo de un jefe es dirigir. Dirigir a veces supone decidir, imponer y claramente gobernar, estamos en aquella máxima de Socrates: “Reyes o gobernantes no son los que llevan cetro sino los que saben mandar”. Pero saber mandar siempre supone mandar.

En fin, que suerte tenemos de vivir este momento de trabajo donde el espacio, el tiempo, la formas de trabajar y la formas de dirigir están cambiando. Y porque el Síndrome Trithemius de los nostálgicos del despacho, del horario, de los papeles y de los jefes como Dios manda deben reflexionar en su cambio. La actitud de aceptar el cambio es el inicio de tu maravilloso cambio personal. Y para que no sean otros los que te cambien, por favor no justifiques tu confort. Haz cambios para que sea tu forma de trabajar tu propio cambio.

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