¿Está mal visto ahora ser infeliz?, ¿Todo el mundo quiere ser feliz a toda costa y en todo momento?, ¿Dónde está esa Arcadia de sonrisa continua y buen “rollismo” periódico? Pues no, lo normal es ser feliz e infeliz porque para saber que se es feliz se debe conocer también la infelicidad. Para obtener confort debemos haber pasado por el disconfort
¿Pero estamos formados y formateados como seres que asumen la infelicidad y el disconfort como algo normal y permanente? Pues no, hay que dar lo mejor a nuestros hijos y evitar que sufran, pues ya sufrimos de adultos. Y por aquellas ideas estos los adultos. Adultos creados en el éxito continuo, que están confundidos en la crisis actual porque ellos no estaban habituados al no, que no resisten chocarse frente a la cruda realidad de escasa brillantez.
Y, en este momento, es donde el Coaching afronta el desarrollo de actitudes resilientes frente a los continuos y constantes sinsabores de una malhadada musa llamada “crisis”. La resiliencia como actitud frente a la adversidad me pasa lo que Günter Grass nos decía sobre el nazismo: “sólo cuando no sabemos explicar algo nos provoca la pasión de darles infinitas denominaciones”, este término procedente de la Física y adoptado por la Psicología simplemente trata de denominar la capacidad de superar la infelicidad.
Las conductas resilientes se preocupan de exponer la pasión por resistir y cómo bien sabéis “el que resiste gana”. Pero ¿cómo debemos afrontar en el Coaching el desarrollo de la capacidad de resiliencia frente a la adversidad del entorno?
Mis reflexiones desde el Coaching activo pasan por apoyar en los tres ámbitos de actuación de un ser humano:
1) Valores: el valor del hedonismo del éxito hay que contrarrestarlo con el estoicismo del vivir. El estoicismo es una filosofía contemplativa del entorno y la influencia sobre él pasa por ordenar internamente tus claves de lo que considera éxito. Siempre me ha gustado el estoicismo de Woody Allen cuando nos decía: “¿El sexo es sucio? Sólo si se hace bien” Es decir, la imposibilidad de satisfacer tu concepto de éxito sólo nos lleva a la reinvención de lo que consideramos éxito. Es más inteligente buscar nuevas formas de instalarme en mi vida profesional que llorar cual plañidera las subidas salariales pretéritas. Hay que reenfocar los valores si queremos construir una respuesta resiliente en un agobiante día a día de triste figura.
Y, siguiendo a nuestro Séneca, hay que generar valores más estoicos fundamentalmente en torno al futuro (la espera del mañana y la pérdida del día de hoy), sobre el feedback (en mi pueblo se decía “el qué dirán”) sobre la dificultad (las cosas son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas) y sobre el ejemplo (“corto es el camino del ejemplo y largo el de la teoría”).
Mi experiencia es que tenemos que trabajar nuestros valores como directivos sobre el futuro, el feedback, la dificultad y el ejemplo y es en estos conceptos donde fundamentalmente nos hace relativizar nuestros valores. Lo que la Historia a través de los proverbios nos transmite la necesidad de la resiliencia como valor histórico, por ejemplo en aquel proverbio chino: “Si te caes siete veces, levántate ocho”.
2) Pensamiento: tras alinear unos valores más acordes con el momento histórico como son vivir el presente, ser tu mismo, estar satisfecho con el intento ya que no sabemos si podemos conseguir los resultados y dar ejemplo para transmitir a la empresa la serenidad del desasosiego. Tenemos que construir pensamientos positivos.
Otro proverbio árabe nos dice: “Lo pasado ha huido, lo que esperamos está ausente, pero el presente es tuyo”. Con la irrupción de la psicología positiva, es fundamental desarrollar el término Optimalista ( la respuesta positiva posibilita), debemos construir nuestros pensamientos sobre la actividad directiva en este sentido:
a. Planificar para desplanificar, el futuro incierto gana cada vez más terreno al presente. En el hoy hay que desplanificar por la tarde lo que planificaste por la mañana. Vivir el momento y gestionar con una estrategia en continuo cambio. La capacidad de desplanificar es casi mayor que la organización a través de gestionar procesos para construir ideas.
b. El éxito interno frente al elogio extenso. No hay que buscar éxitos verificados y loados por unos resultados esquivos, ni tampoco deslumbrar a tu competencia, sino creer en la lógica de tu trabajo, centrarse en la satisfacción por tu honradez, tener orgullo a través de conductas honestas en entornos turbios, en fin, el directivo que está satisfecho por su éxito interno.
c. Desaprender un poquito cada día. Lo que aprendimos en momentos anteriores cada vez tiene más cerca su fecha de caducidad. No tu capacidad de cambiar y volver a aprender, pero que la zona de confort que supone lo sabido no te impida ver el bosque de tu nueva realidad.
d. Coherencia pensamiento – actuación. No se puede decir lo positivo de la resiliencia y actuar cuan preocupado cacique del presupuesto. Lo coherente es más atractivo cuando hay turbulencias.
El control emocional que nos da la coherencia personal nos dota de fuerza para mostrar nuestra tolerancia a la frustración. Pensar en cambiar a lo positivo supone desplanificar, del éxito interno del desaprender y de ser coherente son los pensamientos “optimalistas”, es lo que yo trabajo en mi labor de coach de directivos.
3) Conductas: tras trabajar los valores y pensamientos de mis directivos para que sean más resilientes, es decir, más felices en momentos estelares de infelicidad, les intento inducir conductas que favorezcan conseguir que estos valores y pensamientos se instauren en el día a día. Algunas sugerencias que me han sido útiles son:
a. Poner foco en tu cuerpo: en nuestra crisis centrarte en tu cuerpo, reconocer tu propio cuerpo para conseguir que el cuerpo sea una entidad en tu fortaleza. Hacer deporte, relajarte habitualmente, holgar (ocio desestructurado) y, ante todo, no gestionar tu ocio con agenda preestablecida.
b. Poner foco en tu día a día: hay que trabajar más tiempo en pensar y menos en hacer. Intentar vender cuando nadie quiera comprar, pierde el tiempo el vendedor y se enfada el comprador. Hay que pensar día a día la inspiración surge del trabajo diario pero reflexionando desde la experiencia.
c. Poner foco en los pequeños éxitos: por nefasto que sea tú día a día, hay casos donde encontrarte satisfecho.
Yo suelo utilizar la metáfora del la Rosa Mutabilis que Federico García Lorca nos expresa en su poesía, la belleza de la rosa que dura sólo un día. Por pequeño que sea el éxito que suerte he tenido de apreciarlo aunque sólo dure un día. d. Poner foco en el ser y no en el tener: Es momento de edificarte y fortalecerte con unas mayores capacidades y dosis de empleabilidad. La formación continua, la lectura variopinta hace crecer como persona más allá que como profesional. En el caos profesional por lo menos tengamos la claridad de la fortaleza personal.
Las conductas que refuerzan la resiliencia son hacer deporte, meditación, reflexionar sobre tu trabajo, sonreír con tus pequeños éxitos y, ante todo, formarte y crecer como persona. En fin, en momentos de infelicidad como los actuales, la persona que manifiesta la resiliencia es que se ha reinventado en sus valores, ha convertido sus pensamientos y ha variado su conductas diarias.
Tener como valores el éxito económico y de estatus, pensar como un profesional competitivo y actuar como un estresado directivo desenfocado sólo nos lleva a perseverar en el nivel actual de desazón y de malestar social. Desde el estoicismo y la psicología positiva construimos una capacidad de superación que no será ni resignada ni indignada sino simplemente “perseverante del yo”. Y, para terminar, como decía el estadista checo Vaclav Havel “No me interesa saber porque el ser humano es capaz de hacer el mal, lo que quiero es saber es por qué hace el bien”.
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