El término Self-handicapping me sorprendió el otro día en un chat con un colega, psicólogo americano, hablando sobre Trump, me dijo que, a la mayoría de los americanos lo que menos les gusta son las personas que hacen Self-handicapping. Como buen español con nuestra vergüenza torera, no le pregunté, aunque no sabía lo que significaba este término porque quedaría como un ignorante. Nada más acabar el chat y sorprenderme del apoyo a Trump del americano medio, me entró la curiosidad de investigar el término. El concepto de Self-handicapping se puede traducir como una autominusvalía, una autolimitación o como una autolesión, pero analizando la bibliografía me indica que es una conducta autolimitante, muy habitual, que consiste que para evitar el fracaso la gente no intenta hacer nada.Este concepto me gustó, va más allá de la autolimitación, está inscrito en la placidez del no intento para que nadie me diga que he fracasado. Entonces, comprendí que a los americanos les gusta más quien lo intenta aunque fracase que el que tiene la minusvalía de no intentarlo. Hace tiempo, que yo utilizo el término de la psicología del intento, es decir, que nadie piense que la satisfacción está en conseguir el éxito, sino también en el esfuerzo de haberlo intentado. Creo que los españoles podemos crecer mucho en esta visión del fracaso, porque el que verdaderamente fracasa es el que no lo intenta. Decía Ernest Hemingway “Temía fracasar, hasta que me di cuenta que únicamente fracaso cuando no lo intento”. Intentar es nuestro verbo de acción y lograr es la consecuencia. Sin intentar no se logra. Pero si no se logra y se fracasa pues como dice el proverbio chino “ la gloria no estriba en no fracasar nunca sino en levantarme cada vez que caigas”. Creo que tenemos que desacralizar el fracaso y glorificar las ganas de intentarlo nuevamente, aprendiendo del error. Por tanto hay cuatro conductas a desarrollar:
- Valorar la psicología del intento
- Desvalorizar el éxito
- Dignificar el fracaso
- Glorificar el aprendizaje del fracaso
Intentar, no conseguir el éxito, volver a intentarlo aprendiendo de lo anterior es un proceso de formación básica en el profesional. Pero llevar a cabo esta revolución frente al éxito implica cambio en la gestión de recursos humanos importante como son:
- Evitar el CURRICULUM-VITAE llenos de éxito. Más provechosos son los curriculum de vida donde se analizan los fracasos. Los fracasos previos que han servido de aprendizaje es un indicador de madurez. Decía Confucio “El hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor” y también aquel empresario que le decía a otro colega ¡Oye despedirías a fulanito después de la picia que te ha hecho en la empresa. Y el empresario le contesta ¡Y un jamón, para que otro se aproveche de la experiencia de su fracaso!
- Celebrar los fracasos intentados. Cuando se juega bien aunque no se haya ganado debe ser objeto de reconocimiento. Es el principio del futuro éxito, pero ante todo necesita de una reflexión de ¿Por qué no? Motivarlo de nuevo en el intento y lucharlo en un futuro aprendiendo el porqué no lo hemos conseguido.
- Cambiar el modelo de evaluación del rendimiento finalista. Solo los resultados sin tener en cuenta el esfuerzo. En este año 2016 ha salido un gran libro de la psicóloga Angela Duckworth titulado “Grit” donde vuelve a destacar la importancia del esfuerzo para conseguir el éxito frente a un sobrevalorado talento. Hay que gratificar los esfuerzos y los intentos para conseguir resultados.
- Hacer reconocimientos personales al que lo intenta. El reconocimiento no sólo por los éxitos, sino por los intentos. Pero un reconocimiento público y notorio que de ejemplaridad y ponga en valor el riesgo asumido.
En fin, que si queremos tener una organización innovadora, que acepte el cambio, que se digitalize, debemos poner en foco en no tener personas con “Self-handicapping”. El orgullo de haberlo intentado, de hacer el máximo de tus esfuerzos, la lucha continua y el continuo levantarme después de un fracaso es la actitud con futuro. Personas que como Trump creen en sí mismas, luchan y piensan intentándolo hasta el final y solamente nos queda darles el derecho a que tengan éxito. Decía Nietsche “Que uno no es verdaderamente libre hasta cuando deja de sentir vergüenza de sí mismo”.
Sufrir por no haberlo intentado o por la vergüenza que supone el fracaso supone una minusvalía importante en nuestro capital humano. No hay mayor placer que la tranquilidad de haber luchado hasta el final y esto hace que el éxito sea más celebrado y querido. Si no que se lo digan a Thomas Edison que tantos intentos le costaron sus inventos y que en sus memorias nos dejo esta sentencia: “El cinco por ciento de la gente piensa, el diez por ciento de la gente piensa que piensa, y el ochenta y cinco por ciento prefieren mirar antes que pensar”. Hay que pensar para intentar, intentar para conseguir, pero ante todo, ser feliz en el camino del intento.
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